El arte de saber viajar en metro

El día de ayer fui a ver la obra de Alejandro Jodorowsky, Sueño sin fin. Con esta puesta en escena, el chileno regresa a la dramaturgia y a la dirección escénica. Está por demás decir que la obra es fantástica... Me super encantó.
Sin embargo, como un sueño, o más bien como una pesadilla sin fin fue mi aventura para llegar al teatro de la ciudad.
El Teatro de la ciudad, esta en la calle de Donceles, en el Centro Histérico -quiero decir, Histórico- lugar, de por sí complicado para acceder en auto... O pensándolo mejor, lugar de difícil acceso sea cual sea el medio por el cual se pretende llegar.
Si a esto le aunamos el hecho de que el día miércoles se instaló a las afueras de la cámara de diputados -lugar adjunto al recinto cultural (hey,¿¿¿qué pedo conmigo???)- un séquito de "Adelitas" -entiéndase por Adelitas a un grupo de mujeres pertenecientes a distintos grupos que se encuentran siempre a las órdenes de AMLO- pues supuse que iba a ser aún más difícil llegar en coche al Teatro.
Dado todo ese cúmulo de circunstancias (otra vez, ¿qué pedo?)decidí hacer uso del sistema de transporte colectivo metro -así, con minúsculas- para llegar al lugar.
No lo hubiera hecho... Tome la linea 3 en la estación División del Norte con la intención de bajarme en Hidalgo -cruzo la Alameda y ya está, pensé-. Total, apenas al subir un tipo con cara de "No-busco-quien-me-la-haga,-sino-quien-me-la-pague" me dió un empujón que casi me manda hasta el otro extremo del vagón. A lo que yo, molesto, pero siempre prudente le solicité que no me empujara. El tipo en cuestión comenzó a decirme con el característico acento de capitalino que no terminó la escuela primaria que si no quería que me arrugaran mi "chamarrita Versash... (sic, o más bien, sick!!!) me fuera en taxi...
Sí, yo llevaba una sudadera de la ahora resulta tan popular -nunca mejor dicho- marca italiana, que jamás pensé que un tipo como ese, y me refiero a un tipo que apenas reconocé las estaciones del metro -seguramente por las imágenes y porque llevará usando ese transporte toda su naquísima vida- conciera semajante marca. ¿Será que en realidad vivió en Milán y yo sin saberlo?
Total que baje del metro muy molesto por la actitud del tipo ese, y de muchos otros por el estilo, ahora entiendo porque hay vagones exclusivos para mujeres y niños.
Ahora me viene a la mente que quizás podría haber vagones -como en los trenes europeos- de primera y segunda clase. Los de segunda se quedarían como están. Pero en los de primera podrían instalar un Starbucks, regalar periódico Reforma, pantallas de plasma como el Metro de Madrid y tendrían dispensadores de chicles, por aquello del mal aliento. Sólo una idea.
Total que además tuve que cruzar la apestosa Alameda -de verdad, apesta- y todo eso con mis tenis Panam, que sí serán muy contraculturales y ocenteros, pero ah, cómo cansan. Y es que yo ya me acostumbré a mis Nike Bowerman Series.
Toda esta mala experiencia se desvaneció al llegar al teatro. Qué buena obra. Qué buenos actores. Que bueno todo... Excepto que se fue la luz como tres veces, pero, bah, esas son nimiedades.
Más tarde les contaré mi opinión sobre la misma, lo único que puedo decir, es que aplaudieron más que a la de Gael García y Elena Anaya. Así de grande estuvo. Como cerecita del pastel, al final de la obra, el mismísimo Jodorowsky autografío libros a los ahí presentes.