Hace un par de meses, leí en el periódico Milenio, un editorial del tal, Carlos Mota -jajajajaja, Mota- acerca de la imposibilidad de que un estudiante de la emérita Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM -sí, con mayúculas-, pudiera acceder a un trabajo en empresas como nokia, unilever, cemex o sony -sí, con minúsculas... bueno, Sony con mayúsculas-.
El susodicho en cuestión, se basaba en que los estudiantes de esta facultad, se dedicaban a destruir -en lugar de "construir" el mundo en el que se desenvolvían. Total, no ahondaré mas en esta cuestión porque ps no es la idea.
Sin embargo, esto sirve como introducción a lo que a continuación viene:
Durante mi etapa en la preparatoria, lo que más me gustaba era ser reaccionario y provocador. Eso es, hasta cierto punto normal en una persona de diecimuchos años. Sin embargo, yo era de los clásicos jovenes transgresores afectos al romanticismo alemán del siglo XIX, además de que mis lecturas favoritas venían de autores como Bubber, Sartre, Popper -Karl Popper... nada que ver con nitratos-, Nietszche, Habermas, Foucault, Ortega y Gasset, Schopenhauer, entre otros.
Mi objetivo era estudar precisamente Filosofía y Letras en la citada universidad, lugar donde desde hace ya muchos años pasaba largas tardes en las salas del Centro Cultural Universitario. Sin embargo, una huelga me hizo continuar mis estudios profesionales en el Tec.
Durante la carrera, estudié un año en una Universidad madrileña, lo que me permitió tener una visión más amplia de la vida en general. Al terminar la uni, lo que hice fue estudiar una Maestría en la Universidad de Barcelona, lo que además de acabar con las pocas neuronas que me quedaban, aprendí mucho más acerca de las distintas formas de vida de la gente.
Hace una semanas pasé unos dias en Mazunte, Oaxaca. Uno de los estados más pobres de México, y uno de los principales estados expulsores de connacionales al vecino país del norte. Y tierra gobernada por el personaje más guácatelas del istmo, Ulises Ruíz.
Ahí, conocí a mucha gente que realmente de poco necesita en la vida para ser felíz. Son personas que se dedican a regentear hoteles, conducir autobuses o preparar lasagna con mariscos -esa era Sylvia, la italiana afincada en nuestro país desde hace ya varios años-.
Despreocupados de mucho, se levantan al salir el sol, se bañan en la playa, comen mangos y frutos tropicales y duermen en hamacas. No sé si es lo que realmente deseo para mí. Pues por una parte soy felíz haciendo lo que ellos, pero por otra, me siento con una gran responsabilidad. ¿Para qué fregados desperdicié entonces tanto tiempo y dinero en una carrera universitaria y en un posgrado?
¿Debí convertirme en un estudiante prototipo de la FFL y usar un morralito de yute -los más contrarrevolucionarios llevan los morrales que la Gandhi regala- y camisetas usadas -bueno, esas sí las uso- y huaraches comprados en Xochimilco?
¿Debo deshacerme de mis corbatas de diseñador? -todas mis corbatas han sido rigurosamente adquiridas en tiendas fresas- ¿Debo dejar de pagarle a Banamex aunque eso signifique dejar de ser sujeto de crédito? ¿Debo ir sólo y exclusivamente a los conciertos del Zócalo? ¿Debo dejar de pensar en comprarme un Mustang rojo? ¿Debo dejar de ir al gym y comenzar a beber pulque? -Ok, ya dejé de ir al gym y comencé a beber pulque, pero sólo mientras dan mantemiento al gym y es que el curado de avena sí tiene proteinas y no sabe tan gacho-
¿O deberé perseguir ese empleo que paga harta lana en un holding de comunicación internacional? ¿Deberé irme a vivir a Santa Fé? ¿Deberé comprarme un Smart donde sólo quepamos yo y la MacBook Air? ¿Mi celular deberá ser de diseñador y tener camara de más de 5 megapíxeles? ¿Debiera comer exclusivamente en los restaurantes de Polanco con mis amigos pudientes?
No se qué quiero... Osea, es que lo quiero todo... y lo quiero ahora.
¿Por qué fregados no puedo ser feliz con lo que la mayoría de la gente es?